¿Puede una mascota sufrir la muerte de otra? La respuesta es sí. Aunque muchas veces su dolor no se nota a simple vista, los animales también viven procesos de duelo cuando pierden a un compañero cercano. En esta nota, el etólogo Gonzalo Chávez explica cómo se manifiestan esos cambios, qué diferencias hay entre perros y gatos y cómo influye el estado emocional del hogar.

Cuando una mascota fallece o deja el hogar, no solo las personas atraviesan un proceso de duelo. Perros y gatos también pueden sufrir la pérdida de otro animal con el que compartían su vida, experimentando dolor y confusión. Aunque muchas veces se invisibiliza, el duelo en animales existe. Y puede ser profundo.

El etólogo Gonzalo Chávez lo confirma: “Los animales efectivamente pueden desarrollar un duelo, y es distinto a cómo lo podría vivir un ser humano”. Esa diferencia en la forma de transitar la pérdida —más sutil, menos visible— hace que muchas veces este sufrimiento no sea reconocido. “Ese tipo de duelo podría considerarse, en muchos casos, como un duelo no validado o no reconocido por una parte importante de la población”, explica.

Cambios que pueden pasar desapercibidos

Desde que la gata Luna ya no está, el rincón junto al ventanal quedó vacío. Tomi, el perro con quien compartió más de diez años, pasa por ahí varias veces al día. A veces se detiene, olfatea el suelo, da una vuelta en círculos y se echa, como si aún esperara verla aparecer. Ya no corre a buscar su pelota con el mismo entusiasmo. Ni come con el mismo apetito. Desde su cama, mira a la puerta durante largos minutos, como si supiera que algo falta.

Su familia ha notado los cambios. Al principio pensaron que estaba cansado, luego entendieron que algo en él también estaba haciendo duelo. 

Gonzalo Chávez explica que el duelo animal puede manifestarse de distintas maneras. A veces con signos mínimos —una leve apatía, desinterés por jugar o comer— y en otras ocasiones, con síntomas más marcados. “Podrían ir desde una manifestación muy sutil, hasta cambios de conducta evidentes o que incluso pudiesen llegar a somatizar, es decir, que desarrollen una enfermedad digestiva, una enfermedad a la piel, por ejemplo, producto de esta pérdida”, dice Chávez.

En algunos casos, los animales no manifiestan ninguna señal externa, aun cuando hayan perdido a un compañero muy cercano. Y eso, según el especialista, también es parte del abanico de respuestas posibles.

¿Perros más expresivos que gatos?

Chávez advierte que no se debe subestimar la capacidad de los gatos para establecer vínculos ni para sufrir una pérdida. Aunque muchas veces se asocia el duelo a los perros —por su carácter social más evidente— los gatos también sufren. “En general, el gato cuando se estresa, entendiendo que el duelo es una situación estresante, tiende más bien a inhibir conductas: puede dejar de comer o comer menos, dejar de ir al baño, de jugar como lo hace habitualmente”.

En cambio, “el perro generalmente tiende a mantener las mismas rutinas que mantenía con su compañero”. Es decir, sigue esperando en la puerta a quien ya no está, busca en el parque al perro amigo que dejó de ver, o se queda pendiente de una rutina que ya no ocurrirá. Esas conductas, muchas veces interpretadas como confusión o insistencia, pueden ser en realidad formas de elaborar su propia pérdida.

Un entorno emocional que también influye

El dolor humano también impacta en los animales. Las emociones, recuerda el etólogo, “son altamente contagiosas”. Y en el contexto del duelo, esto es particularmente importante: “Cuando en la familia existe una sensación de dolor, de conflicto emocional, ese ambiente evidentemente también va a afectar el normal funcionamiento de toda la familia. […] Tenemos que considerar al perro o al gato, que son altamente sensibles a esos cambios de humor”.

Lejos de evitar el duelo por miedo a afectar a nuestras mascotas, Chávez llama a la consciencia y al acompañamiento: “Hay que tomar conciencia de aquello y tomar las medidas necesarias para que ese duelo sea lo más llevadero posible para todos”.