En el mes del amor, descubrimos cómo perros y gatos han pasado de ser aliados funcionales en la antigüedad a compañeros incondicionales en la vida moderna, ofreciéndonos un vínculo único e irremplazable.
Por Josefina Hirane
Marta llegó a casa después de un día agotador. Al abrir la puerta, su perro Max la recibió con un salto y un meneo de cola que parecía no tener fin. Ella dejó caer su bolso y se agachó para abrazarlo, sintiendo cómo la calidez de su pelaje aliviaba todo el estrés acumulado. Mientras él lamía su cara con entusiasmo, Marta rió como no lo había hecho en todo el día. Se sentaron juntos en el suelo, ella acariciándolo mientras le hablaba como a un viejo amigo. En esos momentos, en el pequeño espacio de su living, el ruido del mundo exterior desaparecía, y el amor incondicional de Max la envolvía por completo.
La relación de Marta y Max es un ejemplo de cómo el vínculo que los humanos desarrollan con sus mascotas ha cambiado con el tiempo. En la antigüedad, perros y gatos desempeñaban roles principalmente funcionales, mientras que en la vida moderna se han convertido en compañeros cercanos y miembros de la familia.
Los perros fueron de los primeros animales en ser domesticados por el ser humano. Evidencias arqueológicas indican que ya existía una estrecha relación entre perros y humanos entre 12.500 y 9.500 a.C. Estos animales eran valorados por sus habilidades en la caza, protección y pastoreo. En tanto, la domesticación de los gatos se produjo en Oriente Medio, coincidiendo con el desarrollo de la agricultura hace unos 10.000 años. El almacenamiento de grano atraía roedores, lo que incentivó la presencia de gatos en los asentamientos humanos.
Según la psicóloga Suilan Chia Covarrubias, “las condiciones de la vida moderna, como los avances en la tecnología, estar en grandes ciudades, la fragmentación de la familia y la búsqueda de apoyo emocional extra, son factores que han colaborado a la creación de un vínculo profundo y emocional con otras especies”.
Desde una perspectiva psicológica, Suilan destaca que la teoría del apego. “A grandes rasgos, esta teoría explica que los humanos desde la tierna infancia necesitamos figuras cuidadoras que nos garanticen la supervivencia, seguridad, sostén emocional”. Así, las mascotas pueden convertirse en una figura significativa que brinda esta protección emocional y física.
Además, el vínculo humano-animal se refuerza al considerar a las mascotas como individuos únicos: “Uno los ve desde una forma antropomórfica, los consideramos individuos únicos, empáticos, con mente, con capacidad de retribuirnos”. Esta relación no es intercambiable, ya que, según Suilan, “tiende a ser una relación que el ser humano la significa como especial y que es duradera también”.
El amor incondicional de nuestros peludos
Cuando se compara el amor hacia las mascotas con el que sentimos hacia otras personas, Suilan menciona que las relaciones con los animales suelen ser más estables: “Con los animales se tiene justamente este vínculo de un comportamiento que nosotros entendemos desde más predecible. […] No hay demanda desde los animales. Entonces, se ve como un amor incondicional que sienten las mascotas hacia nosotros”.
Sin embargo, también señala que esta relación es asimétrica, ya que las mascotas dependen de nuestros cuidados: “Si bien hay amor, el rol es asimétrico y también asumimos de plano que los animales nos aman así como nosotros los amamos”.
Cómo fortalecer el vínculo
La rutina diaria juega un papel importante en la conexión con nuestras mascotas. “Estas interacciones son espacios para conocerse, para generar lazos, compartir intereses. Esto genera una sensación de bienestar, de liberación de neurotransmisores, como oxitocina, dopamina, que hacen sentir amor y bienestar”.
Además, incluir a las mascotas en nuestra vida cotidiana y tratarlas como parte de la familia fortalece esta relación: “Muchas veces les celebramos el cumpleaños, los incluimos, tienen espacios en nuestras casas, sus camas, su zona de juguetes”. Según Suilan, este tipo de dinámicas no solo refuerza el vínculo, sino que también nos ayuda a sentirnos responsables y conectados con ellas.
Este Día de San Valentín, celebremos a nuestras mascotas como una fuente de amor incondicional y compañía. Ellas, con su lealtad y afecto, nos recuerdan que el amor no tiene límites ni especies.